martes, 15 de agosto de 2017

ALGO NUEVO V


V

Las canciones que formarían parte de “Dream Machine” ya estaban escogidas, solo había que darles algunos toques finales antes de presentar el máster final. Todas eran canciones que tenían mucho que ver con lo que los Kaulitz, compositores de toda la letra y música —y esta vez Tom mismo había aportado mucha de la letra— habían pasado para llegar hasta ese momento: todas las tristezas, los miedos y las esperanzas renovadas.

Estaban de nuevo en Berlín, compartiendo gran parte de sus días con sus grandes amigos y compañeros de banda Georg y Gustav, los cuales, a pesar de sus vidas privadas —Georg con su novia; Gustav con su esposa e hija— dedicaban mucho de su tiempo a que la máquina de sueños que era Tokio Hotel siguiera adelante, que el sueño de los cuatro se siguiera haciendo realidad a pesar de cualquier obstáculo.

No obstante, también a inicios de año estaba la Berlin Fashion Week, y Bill, metido también en el mundo del diseño de moda aunque aún solo con algún que otro intento, estaba invitado a todos los desfiles. Tom, como productor y director artístico del álbum tenía mucho qué hacer y pocas ganas de un show de modas, así que declinó acompañarlo en los desfiles pero no en las celebraciones posteriores —mucho menos después de ver el efecto que Bill tenía en todas esas (y esos) modelos y diseñadores—. Una de las que más le preocupaba era la tal Shermine, que parecía ser demasiado coqueta para su gusto; aunque lo tenía un poco confundido porque en una cena en la que habían coincidido le agarró la chaqueta, y en otra fiesta estuvo hablando tanto al oído de Bill como al suyo, y sonriéndole melosa tanto a Bill como a él. Bill se burló de su preocupación diciendo que tal vez ella se quería montar un trío con los dos y Tom contestó un poco molesto: “Mejor que no lo intente o va a ver adónde la mando”. El problema para Tom es que él sabía que a Bill ese tipo de mujeres le ponía mucho —y yo no siento ningún interés por ella, se decía a sí mismo—. Aunque Bill le asegurara que jamás volvería a poner en peligro el amor de los dos por un simple gusto, Tom no podía evitar sentirse inseguro: la herida había sido demasiado profunda.
—Míralo desde otro punto de vista, Tomi. Si le sonríes un poco y te ven algunas fans, van a creer que estás de player otra vez, y eso nos conviene; no tendremos que estar haciendo tanto circo de novias...
—No me gusta ninguna de las dos opciones. Yo... solo desearía poder vivir contigo en paz; sin miedo.
—Sí, yo también quiero eso; pero tenemos que proteger a la banda, a nuestra música, igualmente; tenemos que sacrificarnos un poco. Yo solo te prometo que cada vez que pueda estaré mostrándote en el escenario que tú eres a quien amo, y haré que los demás también lo vean, de un modo u otro.
—Eso puede ser peligroso.
—Ya sé, pero el peligro también es excitante —se le acercó y se enredaron en besos apasionados, que terminaron en una de esas entregas sexuales que removían su mundo.

De ese modo, llegó marzo, el álbum salió a la venta el día 3 de marzo y el día 13 darían el primer concierto en Londres. Desafortunadamente, también Tom había atrapado una fuerte gripe y pensaron que era demasiado también tener a sus bebés perros consigo, así que le pidieron ayuda a Simone. Ella vendría al primer concierto, y se llevaría a Pumba y Capper luego, hasta que la salud de Tom mejorara y ellos pudieran dedicarse a algo más que tratar de que eso no perturbara los shows ni la publicidad del álbum.

El hecho de que Simone estaría ahí, a pesar que desde año nuevo las relaciones entre ambos habían mejorado mucho, tenía a Bill más nervioso de lo usual; porque él no pensaba renunciar a sus acercamientos a Tom en el escenario que a ella tanto le habían molestado en otras épocas. Especialmente, habían planeado un momento exclusivo con “Cotton candy sky”, canción que había terminado por ser su nuevo himno de amor y lucha. Cuando llegó el momento, solo lo hicieron sin pensar en nada más: Bill fue enfrente de Tom, hizo algunos movimientos y este cantó en su consola “Sabemos que podríamos terminar solos”, a lo que Bill contestó “pero nos tenemos el uno al otro”, y otra vez Tom, “Sabemos que podríamos no tener un hogar”, y Bill “solamente el uno al otro”. El público enloqueció con eso, y cuando Bill regresó cantando hasta el frente del escenario, pudo ver cómo su madre sonreía, moviéndose al compás de la música. Eso le dio más fuerzas para las frases finales “Estaremos bien, oh, no hay nada que no podamos hacer”, porque sí, después de ver eso, el Universo le había demostrado que realmente juntos eran capaces de todo. Bill estaba tan feliz que cuando más tarde le preguntaron en el meet and greet qué era lo más hermoso que alguna vez había visto contestó sin dudar que justamente el haber visto a su madre esa noche bailar y cantar con ellos.

Cuando los tres se encontraron más tarde, ninguno rompió la magia de lo ocurrido hablando sobre el tema; ella se limitó a abrazarlos a ambos, contestarles que desde su perspectiva el concierto había sido un éxito, y recomendarle a Tom varios remedios para que se cuidara su gripe.
—Tranquila, mami, ahora yo lo cuido, como él lo hace siempre conmigo cuando me enfermo —dijo Bill y Tom asintió—. Gracias por cuidar a nuestros bebés.
—Ah, no es nada; son mis nietos, ¿no? —bromeó con un sabor agridulce, pensando que posiblemente nunca tendría nietos que no fueran de la raza canina.

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Y ahí estaban, otra vez a bordo de la máquina de sueños; cada día era un éxito, y en cada nueva presentación Bill tomaba el valor para acercarse en otro trozo de canción a Tom, bailarle cerca, observarlo atentamente: “cuando fumábamos marihuana en la parte trasera de tu auto y mirábamos las estrellas”, “y qué si te amara hasta el final, ya nunca más estarías solo”, “yo digo que estoy bien, tú dices que eres feliz, ven y ámame como me amas, una vez más...” y, por supuesto, se había vuelto un ritual cantarse la parte más significativa de “Cotton candy sky”. Luego, Bill adicionó un sentido discurso acerca de “Better”, cuya letra había sido, en su mayor parte, idea de Tom, y un gesto de “Jódete” con el dedo medio a la que aún, en papeles, aparecía como la esposa. Sobre el escenario, ellos no fingían, no guardaban secretos, y ya hasta quienes no creían en ese amor de los dos que ya se hacía imposible de obviar empezaban a aceptar que estaba pasando algo que no era muy fraternal.

La reacción de algunas de esas fans intolerantes no se hizo esperar, y empezaron a buscarles amantes entre cualquiera de las personas que se acercara demasiado a ellos. Y como Tom de veras estaba actuando en su papel de player de nuevo, la fértil imaginación de muchas empezó a crear toda una historia alrededor suyo y de la coqueta Shermine, quien en verdad estaba aprovechando a su favor la popularidad que le daba estar cerca de sus amigos músicos.

Cuando Bill, siempre curioso de lo que pasaba en las redes sociales, leyó algunos de esos comentarios, no pudo evitar reírse incontrolablemente de las suposiciones que ahí se hacían sobre Tom teniendo sexo casual con la chica en todas partes.
—¡Si supieran que el único que puede tenerte así soy yo! —dijo antes de seguir un camino de besos desde los pies de Tom, pasando por su espalda, hasta su cuello, haciéndolo estremecerse de deseos; teniéndolo sometido bajo su cuerpo, lo hizo sentir su erección justo en medio de sus nalgas y Tom jadeó justo antes de que Bill decidiera morder y chupar un lado de su cuello, la cual era una de sus zonas más erógenas.
—Uh, Billy, ah, dejarás marca... —gimió.
—Eso quiero; tú eres mío —se deslizó hasta su oído—, eres solo mío como yo soy tuyo... aunque es posible digan que te lo hizo Shermine... —rió de su propio chiste y Tom medio gruñó.
—Estás jugando conmigo y me tienes... al límite, ya haz lo que vas a hacer porque... no creo poder aguantar mucho más si sigues en esas...
—Hum, mi Tomi está ansioso por esto... —simuló una penetración empujando con sus caderas allí donde su pene duro quería abrirse paso.
—Sí, sí... —gimió Tom una vez más; a él no le gustaba el lenguaje sucio en la cama, ni tampoco a Bill, pero sí gustaba de verbalizar de algún modo las cosas que su amante le hacía sentir.
—¿Quién es el mejor amante, Tomi? ¿Tú o yo? —hacía poco les habían preguntado en una entrevista y Bill no lo pensó para decir que Tom; Tom habría dicho Bill pero se dio cuenta a tiempo de cuán inoportuna sería esa respuesta para su imagen.
—Depende... del punto... de vista... —Bill ya estaba penetrándolo con sus dedos embadurnados de lubricante.
—Explícate —siguió demandando respuesta Bill mientras convertía a Tom en un manojo de sentidos sobreexcitados con sus caricias.
—Ah, Dios mío... Billy... —Tom jadeaba por aire mientras su próstata era alcanzada por los largos dedos de su gemelo.
—Oh, ¿tanto así como que soy tu dios? Creo que estás exagerando, Tomi... —se colocó en posición y lo penetró al fin de una sola embestida; Tom gritó casi en éxtasis.
—Billy... ah, ahora mismo... sí lo eres... mi amante, mi dios... te amo, te amo...

La excitación le cortaba la respiración, y pronto Bill tampoco tenía la capacidad de formar frases completas.
—Eres... el mejor... amante... que he conocido... —le soltó al fin Bill antes de derramarse en su interior, y solo por la maravillosa sensación postorgásmica que estaba teniendo Tom se abstuvo de golpearlo por vanagloriarse de haber tenido muchos amantes más.

Luego, recostados muy juntos, Bill se disculpó por su arrebato de vanidad.
—Lo que importa, Tomi, es que tú eres el único amante que deseo, y el único que hay en mi vida, el único al que amo y he amado...
—Eres un narcisista de mierda, que conste... —lo molestó Tom, ya bastante soñoliento.
—De acuerdo, lo soy. Pero así me amas, ¿no?
—Ya cállate y durmamos, mañana iremos al tourbus de nuevo y se acabará la comodidad...
—Pero...
—Sí, te amo, te amo como eres, maldito manipulador grosero narcisista de mierda...
—Gracias, lo mismo para ti, Tomi —se acomodó junto a él haciéndole cucharita y se durmieron al fin en aquel lujoso hotel de Varsovia.

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12/junio/2017

Tom estaba realmente enojado con Bill, y que se marchara solo de Ibiza con la perspectiva de asistir a una Fashion Week en París donde estaría rodeado de toda esa cuadrilla de modelos, diseñadores y promotores de moda, no ayudaba para nada a calmarlo.
—Sabes que podrías ir conmigo —dijo Bill, mostrándose indiferente a la escena que Tom le estaba montando.
—¡No sé qué iría a hacer yo en París mientras tú alternas con toda esa gente que no me caen ni medianamente bien!
—Yo formo parte de esa gente ahora, soy un modelo contratado y mi agencia pide que esté ahí.
—Preferiría que siguieras siendo Bill el cantante de Tokio Hotel, o Billy el solista, pero Bill el top model no me gusta tanto.
—A mí me gusta Bill el top model...
—Ya sé. Te está gustando tanto ese Bill que ya creo que lo amas por encima de todo; por encima de mí. Odio que me hayas obligado a hacer otro circo...
—Yo no te obligué. Intenté hacerlo yo mismo, ¿recuerdas?, y tú entonces decidiste tomar el rol...
—¡Porque me obligaste, sí! Me obligaste porque sabes que no soporto que estés cerca de una modelo bonita y mayor que tú, ¡no sabes lo que duele!, es como revivir todo otra vez...
—No sé por qué no puedes dejar eso atrás de una vez y solo confiar en mí. Shermine es amiga de Nora; ella la recomendó como una buena opción: necesita que hablen de ella en los medios, y nosotros también.
—Ya hablan bastante de nosotros, Bill...
—Sí, de nuestros acercamientos en el escenario, de nuestro lenguaje corporal no fraternal, ¡y eso no nos conviene, Tom!
—¡No era eso lo que decías hace unos meses! Me apremiaste a divorciarme de Ria, a enfrentar a mamá, según tú para que fuéramos más libres, ¿y ahora quieres crear otra tapadera más, seguir con toda la farsa? A veces no te entiendo, pareciera como si nos desconectáramos, y eso me asusta...
—Tom... Tomi... —Bill se acercó a acariciarle el rostro a su gemelo— ven conmigo, ¿sí? Estaremos unos días primero en Berlín, una semana, y luego nos vamos a París.
—En Berlín también estarás haciendo trabajos de moda...
—No importa. Y en París no tienes que asistir a ningún evento, si no quieres; solo estar ahí cuando regrese al hotel, estar conmigo...
—¿En serio crees que yo haría eso? ¿Estar esperándote horas y horas hasta que vuelvas de una fiesta borracho? No, Bill, no. Además, creo que tu tan deseado circo perdería credibilidad si dejo que Shermine se quede sola acá mientras yo me voy contigo, ¿no crees? —el tono de Tom ahora pasaba, de dolido y enojado, a irónico y amargo.
—Tom, no me vayas a hacer lo mismo que con Ria, no quiero que te involucres demasiado con ella... —ahora era Bill el que sonaba preocupado.
—Si lo hago, será culpa tuya; solo ten eso en cuenta mientras viajas.

Bill se quedó pensativo unos segundos, luego terminó de cerrar su equipaje.
—Geo y Suzanne te harán compañía, no necesitas... a nadie más.
—Te equivocas, Billy; ellos están aquí como pareja, y yo no pienso estar haciendo tercio. Saldré con Shermine, sí; ella es divertida...

Bill lo miró como advirtiéndole que no lo siguiera provocando, justo cuando sonó su móvil para avisarle que su taxi ya estaba esperando afuera. La mala corriente de energía entre los dos hacía casi imposible que se despidieran adecuadamente; no obstante, Bill logró la calma suficiente para acercarse a Tom y besarlo por unos segundos sobre los labios.
—Te estaré llamando, Tomi. Y no te preocupes demasiado por mí...
—No lo haré, tranquilo —Tom tenía los nervios de punta, parecía un animal enjaulado—. Y tú no te preocupes si no atiendo el teléfono, quizás esté demasiado ocupado para oírlo.
—Ah, Tom, basta ya, ¿sí? Me voy...
—¡Buen viaje! —Tom le dio la espalda para no verlo marcharse; tenía el mal presentimiento de que ese paso que estaban dando les iba a lastimar demasiado.

Afuera, Andreas y su novio Chris se despidieron de él también.
—Nos iremos a Hamburgo mañana —le informó Andreas con una gran sonrisa; dentro de todo, Bill estaba aliviado de ver a su mejor amigo feliz al fin, enamorado de veras de alguien que no fuera Tom.
—Los espero en Berlín en cuanto puedan, ¿sí?
—Cuando regreses de París, cuando tú y Tom estén allá, iremos a visitarlos... —prometió Andreas.

Mientras Bill se marchaba con el rostro algo apesadumbrado, Andy le hizo una foto con el sol de fondo que luego le envió junto a un mensaje: “Mírate bien. No es esto lo que quieres para el resto de tu vida, ¿cierto?”. Desde que había conocido el verdadero amor, Andreas parecía comprender mejor lo que pasaba entre sus amigos gemelos, y apoyarlo con más empeño; ahora sabía que esos dos no debían estar separados, porque pertenecían uno junto al otro.

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En verdad, Tom no podía decir que Shermine no hiciera todo lo posible por conquistarlo. Ella estaba clara de que ambos compartían juntos por conveniencia mutua, pero eso no le impedía intentar tener a uno de los dos Kaulitz en su cama; o a los dos, si se diera la oportunidad, aunque ya le habían comentado de que ellos siempre decían en las entrevistas que compartir pareja en la cama no era algo que consideraran muy agradable, contrariamente a lo que muchos gemelos acostumbraban hacer.  Y sí, claro que Shermine también sabía de los rumores de incesto entre Bill y Tom, y había observado ella misma extraños comportamientos de los dos, pero su reciente amistad con ellos le hacía tomar otra perspectiva, pensar que tal vez solo eran... raros. Y bueno, si realmente habían tenido, o aún tenían, una relación incestuosa, eso solo le adicionaba morbo al asunto, y para Shermine, acostumbrada a tener a cualquier hombre en quien pusiera su mirada con algún interés (amoroso, sexual o monetario) hasta le adicionaba excitación; se volvía un reto. Como adición, su hijita Dahlia Aurelia había hecho muy buenas migas con Tom, especialmente porque el perro de él, Capper, le había robado el corazón a la niña, quien incluso quiso tener un peluche muy parecido a este.

Todo eso hacía que pasar tiempo juntos, incluyendo a la niña muchas veces, fuera agradable y fácil. Shermine, a pesar de su poca estabilidad en cuestiones de pareja, era bastante profunda en sus pensamientos, además de afable, risueña y amistosa. Tenía una vocación por ir en contra de los prejuicios, y facilidad para ganarse los corazones de otros por su comportamiento y no solo por su belleza.

Si las mujeres fueran su fuerte como aparentaba ante el mundo, Tom se habría encontrado a sí mismo en una encrucijada; pero en verdad, era Bill quien corría más peligro de ser seducido por la modelo, porque ella tenía prácticamente todos los rasgos que le llamaban la atención. Por eso Tom, quien en un inicio se negó rotundamente a volver a hacer otro circo, tuvo que ceder ante la evidencia de que Bill hacía notar sus “encuentros casuales” con Shermine y entraba en un juego de pistas con sus fans y los medios; y Tom no podía pensar siquiera en la posibilidad de Bill saliendo solo con la chica, o teniendo que besarla, como él tuvo que hacer con Chantelle antes, o con Ria: temía demasiado a que Bill volviera a caer en la tentación.

Cuando él y Bill se fueron a Ibiza, inicialmente en viaje de parejas con Georg y Suzanne pero esperando más visitas para algunos días después en La Granja, que habían alquilado por completo, aún nada se había decidido; pero Tom estaba seguro de que no permitiría que Bill siguiera su juego con Shermine. La confirmación de que ella llegaría a la isla en la semana siguiente al arribo de ellos, le hizo tomar la decisión de asumir el papel que al principio había rechazado. Claro, que no lo hizo sin cierta dosis de amargura y enojo: enojo con la vida que lo ponía siempre en esos trances; enojo con Bill por insistir en esa estrategia de ocultación; enojo con él mismo por siempre terminar cediendo a lo que Bill quisiera aun cuando no compartiera su opinión.


Fue así que salió con Shermine y su niña a pasear por la ciudad sabiendo que los seguían paparazzi, y se dejó fotografiar, aunque rechazó evidentemente los intentos de ella de abrazarlo en público para sazonar más la escena que actuaban. No lo pasó tan mal como pensaba, y al volver con Bill fue capaz de disfrutar el tener a su amor disponible para él en medio de tantos amigos en pareja que se les había unido: Andreas y Chris, Natalie y Lado,  Geo y Suzanne; aunque invitaron a Shermine a una cena con muchos amigos en La Granja, la mayor parte del tiempo este era el territorio de Tom y Bill juntos, en medio de la complicidad de todos los que los que querían, apoyaban y compartían su secreto.

Pero la partida de Bill puso las cosas en muy mala onda, y Tom pudo sentir todo el peso de la nostalgia y el despecho agobiarlo, más por cada día que pasaba en Ibiza sin él. Se unió varias veces al grupo de amigos con que compartía Shermine, quien también había ido a la isla por trabajo además de turismo, haciéndole de acompañante ante todas las miradas; pero para lograr disfrutar un poco y sonreír debía pasarse bastante de tragos, para bloquear sus pensamientos y no pensar todo el tiempo en su necesidad de Bill. Mientras, Bill publicaba todo el tiempo en su cuenta de instagram y Tom seguía cada publicación que lo mostraba feliz, pasándola bien, a su gusto, lo que parecía herirlo más cuando notaba que, por el contrario, él se sentía como mierda sin Bill cerca. ¿Sería posible que Bill no lo necesitara ya tanto? ¿No como Tom lo necesitaba a él? Eso le hacía sentir patético y débil, por lo que el resto de sus días en Ibiza fueron como un recuerdo borroso de fiestas con mucho alcohol y una mujer bella que se le encimaba cada vez que podía.



































































































Volvieron a Berlín justo cuando Bill también lo hacía, y Tom se vio de nuevo compartiendo apartamento con su gemelo. Lo primero que le hizo notar a Bill cuan indispuesto con él seguía Tom es que no lo fue a buscar al aeropuerto aun cuando le avisó de su llegada con bastante anticipación. Capper y Pumba fueron a recibirlo enseguida, mientras Tom solo fumaba un cigarrillo apoyado en la barandilla del balcón de la sala. Bill dejó su equipaje en el piso y fue hasta él.
—¡Tom! ¡Necesito abrazarte! ¡Te he extrañado tanto!
—No lo parecía —fue la respuesta concisa de Tom mientras se dejaba abrazar.
—Ah, por favor, no estés así, me conoces suficiente para saber que no la estaba pasando tan bien como comentaba...
—Pues yo sí lo pasé bien... —Bill le buscaba los labios y Tom volvía el rostro.
—¿En serio? —Bill retuvo su cabeza con las dos manos y lo besó; ese beso era irresistible para Tom, así que tuvo que ceder. Sin dejar de besarlo, Bill lo guió hacia el interior del apartamento, hacia la cama compartida. Ya allí, teniéndolo bajo su cuerpo, hizo la pregunta que le quemaba—. ¿Me dirás que alguien más te ha tocado como yo lo hago?, ¿que no necesitas mis caricias?
—¡Cállate, jodido cabrón! —Tom prácticamente lo obligó a bajar el rostro al nivel de su entrepierna—, ¡cállate y usa tu maldita boca mentirosa ahí, ahora!

Bill sonrió para sí antes de bajar los sueltos pantalones de estar en casa, los bóxers, y tomar el pene duro de Tom en su boca.

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Bill despertó con las lamidas de Pumba en su cara, y sin su gemelo a su lado. Habían tenido un gran sexo —como siempre, eso no fallaba entre los dos—, y luego Tom se había ido de la habitación, Bill suponía que a dormir en una de las que ocupaban sus visitas cuando se quedaban con ellos —lo mismo Andy y Chris, Simone y Gordon, o los Gs—. Exhaló un suspiro que era más bien como un lamento, porque esa situación con Tom lo preocupaba mucho. Y sí, Bill podía entender el enojo de Tom, Bill sabía cuánto le costaba a su gemelo seguir haciendo el payaso con chicas que no le interesaban realmente, Bill conocía que el temperamento de Tom era explosivo y que cuando algo lo molestaba podía pelearse con el mundo —durante el tour de 2010, solo el estrés de estar viajando con tanta gente siendo ya una pareja consolidada, no tener a sus perros cerca, y la imposibilidad de vivir una relación normal con la persona que amaba, Tom estuvo tan al límite que terminaron peleándose a golpes (bueno, más bien Bill pegándole a Tom, quien decidió no defenderse)—; pero él creía que lo que estaban haciendo con la bella modelo era necesario, justamente para proteger lo que ellos tenían de los ojos escrutadores: que al menos uno de ellos pareciera estar en una relación fuera del capullo de los dos, desviaría la atención, les permitiría ser más libres en la intimidad...; o al menos eso creía. También Nora, su nueva manager de publicidad y en quien confiaba bastante, les había aconsejado acercarse a Shermine, puesto que ella era asediada por los medios sensacionalistas y eso les garantizaba que hablaran de ellos en una Alemania donde la popularidad de Tokio Hotel había decrecido mucho. Y era a los Kaulitz a quienes les tocaba hacer esos sacrificios, ya que sus otros dos compañeros de banda sí tenían relaciones amorosas consolidadas y reconocidas. Y justamente eso era otra cosa que molestaba a Tom, que él y Bill no pudieran ser vistos como lo que eran: una pareja estable, prácticamente un matrimonio.

Bill se levantó a orinar y lavarse los dientes; también quería ducharse, pero antes debía hablar con Tom: no quería que él tuviera la sensación de que lo que estaba pasando le era indiferente. Lo encontró sentado frente a su laptop, en la sala.
—¿Trabajas tan temprano? —fue hasta él y se inclinó para robarle un beso en la comisura de los labios y curiosear en la pantalla. Tom estaba mirando noticias y...
—¿En un chat con Shermine? ¿Y eso por qué?

Tom se encogió de hombros.
—Ella estaba online, yo estaba online... ¿por qué no?
—Pues porque... no veo de qué tengan tanto que hablar... —Bill sonaba algo fastidiado.
—Tenemos muchas cosas en común, lo descubrimos al pasar tanto tiempo juntos en Ibiza...
—Tom... —el tono ahora era de advertencia.
—¿Qué? ¿No era lo que querías? Pues jódete. Si voy a pasar tiempo con alguien al menos voy a intentar pasarla bien. Y ya te lo dije, lo pasé muy bien en Ibiza con ella.
—Estás mintiendo; sé cuando mientes —Bill le tomó el rostro y lo hizo mirarlo a los ojos, pero Tom cambió la mirada.
—Lo pasé muy bien con ella; es solo que... te extrañaba... y te odiaba... y tenía deseos de estar contigo... y quería golpearte por cabrón...
—Ah, Tom... —Bill abrazó su cuello y se sentó en su regazo; el sonido de aviso de otro mensaje de la chica sonó tras él.
—No me dejas ver, Bill, salte de encima...
—No. No hasta que no me abraces como se debe, y me beses como se debe... Yo te amo, Tomi...
—Yo también te amo, Billy —Tom al fin cedió y apretó sus musculosos brazos en torno a su gemelo—; solo no entiendo por qué nos hacemos tanto daño uno al otro si nos amamos así...
—No quiero hacerte daño, y sé que tú tampoco a mí, esto... es necesario, Tomi. Tenemos que fingir y ocultar, para poder tener un poco de tranquilidad... —Bill estaba usando su mejor tono manipulador, pero si alguien lo conocía bien, ese era Tom.
—¡No me jodas!, que este circo es también por publicidad, por cosas mezquinas...
—¡Es por la banda!
—¡Y por Bill el top model, no lo olvides! ¿Sabes qué? Odio que todo esto me haga desear dejar la música, que es mi pasión, porque te juro que ya no puedo más con tanta falsedad, tantas mentiras y secretos...
—¿Qué quieres decir? ¿Otra vez estás con eso de dejar Tokio Hotel? ¡Es nuestro sueño! ¡De los cuatro!
—La verdad, sí; pero a veces uno tiene que renunciar a algunos sueños para alcanzar otros, y mi sueño más grande, Billy, es irme contigo y nuestros perros a Tailandia, o a la India, o a Marte, a algún lugar donde nadie nos moleste y nadie nos mire mal por amarnos; donde no tenga que estar haciendo estos circos para encubrir un amor que para los demás es prohibido, porque cada vez que lo hago me siento sucio, como si de verdad todos esos que nos critican tuvieran razón y amarte fuera algo realmente malo y asqueroso —otro sonido de mensaje sonó y Bill se paró al fin.
—Voy a ducharme, Tomi. Sé que en parte tienes razón, pero... por ahora no veo otra salida.
—Lo teníamos bien arreglado con Ria, ya me había acostumbrado, pero tú la odiabas...
—¡Tú me hiciste creer que ella era tu novia, que la preferías por sobre mí! ¡Y tuviste sexo con ella! ¿Cómo querías que no la odiara?
—Espero que no termines por odiar a Shermine también; ella realmente quiere conmigo, no está solo fingiendo, ¿no te has dado cuenta?
—Sí, me he dado cuenta; pero no puedo culparla, eres un hombre encantador, es difícil no rendirse ante ti... Y ella no sabe que ya tu corazón tiene dueño...
—No me gusta jugar con los sentimientos de los demás, usarlos así...
—Shermine tampoco es tan inocente, Tomi, no te sientas tan mal; ella ha jugado con los sentimientos de muchos hombres ya...
—Bueno, eso es cierto... —Tom dejó salir una pequeña risa y el ambiente entre los dos se aligeró un poco—. Ve a ducharte ahora —le dio una sonrisa genuina como las que Bill no veía hacía muchos días y él se sintió esperanzado, sus latidos aumentando de ritmo como efecto de la mirada de Tom sobre su cuerpo semidesnudo.
—Está bien; aprovecha y contéstale a la chica, debe estar inquieta porque no contestas...
—Sí, vete ya...

Tom se volvió hacia la pantalla y puso sus dedos en el teclado. “De acuerdo, iré contigo a todos esos eventos; seguramente serán más divertidos que esos a los que va Bill”, tecleó. “¿No se molestará contigo por eso?”, respondió ella. “No creo. Bill sabe que odio esos aburridos desfiles, y no querrá que su hermano se pierda una divertida celebración por hacerle compañía allí, cuando él va a estar rodeado de tantos amigos que comparten sus gustos”. “Pues sí, tienes razón en eso. Estaremos en contacto entonces”. “Vivimos bien cerca, y tenemos móviles, así que... no nos vamos a perder el rastro, ;-). Pero ahora tengo que dejarte; debo hacer algo importante, que no puede esperar”. “Ok, bye, hasta pronto, ;-)”. Tom no se tomó el trabajo de contestar a la despedida; se levantó apresurado y empezó a quitarse la ropa en el camino hacia el baño de la habitación donde usualmente dormía con Bill.

Bill todavía estaba enjuagándose cuando sintió los brazos que lo envolvían desde atrás, y se volvió enseguida.
—Tom, ¿qué haces aquí?
—Te debía un beso como debe ser... —dijo él antes de empujarlo contra la pared de la ducha, acorralarlo con su cuerpo, y abalanzarse a su boca para morderle los labios y repasar con la lengua cada espacio; su gemelo le correspondió con el mismo ímpetu, y así estuvieron besándose como si quisieran tragarse uno al otro, solo parando para respirar, por varios minutos. Luego, fue el turno de Bill para acorralar a Tom contra la pared y penetrarlo sin más preámbulos, puesto que ambos sabían que la noche anterior lo había dejado bastante listo ya.
—Ah, Billy, sí, eso —Tom dejaba salir palabras entrecortadas, sofocado entre el dolor y el placer.
—Uh, Tomi, te amo, y eres mío, solo mío...
—Sí, sí, solo tuyo, te amo, ah, Billy...
—Tomi, Tomi, Tomi... —Bill se incrustaba en el cuerpo de su gemelo con la sensación de estar poseyendo más su alma que su carne, diciéndole sin palabras que él también era solo suyo, que nadie más podía provocarle esa exquisita necesidad de fundirse en uno, de entregarse por completo y sin barreras, de darlo todo. Así llegó el clímax para los dos, y en el estado espiritual de perfecta felicidad que le siguió se fueron de nuevo a la cama, al menos hasta que sus piernas les respondieran y pudieran ir a alimentarse, alimentar a sus bebés de cuatro patas, sacarlos a su paseo diario...

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Terminada la Fashion Week de Berlín, los Kaulitz junto a Georg viajaron a Múnich, donde debían cumplir ciertos compromisos publicitarios. Al regresar a Berlín, Andreas y su novio vinieron a visitarlos. Varias veces se reunieron con un grupo de amigos para compartir tragos, cena y buena conversación, entre ellos con Shermine. En una de esas noches fue la oportunidad de Bill para tener algunas palabras con ella.
—Le caes bien a Tom, ¿sabes? Te considera una buena amiga, y tu hija también le cae bien, cosa rara porque Tom no es muy de niños...
—Ya lo sé; Tom está siendo un amor con nosotras —ella sonrió ampliamente, y tocó el brazo de Bill—. Esto puede resultar muy bien...
—¿Esto? ¿A qué te refieres con “esto”?
—Esto. Nosotros saliendo, Tom y yo, puede ser que se vuelva algo muy bueno realmente...
—No te confundas, amiga; “esto” no es más que publicidad, no esperes más de Tom porque no lo obtendrás.
—¿Por qué no? Él me gusta, y si yo llego a gustarle en verdad...
—Confías mucho en tus dotes de seducción, ¿no?
—Nunca me han fallado; tal vez... solo contigo... —ella le echó una mirada coqueta y Bill bajó el rostro—. Pero tu hermano parece mucho más asequible.
—Parece, pero no es... No conoces nada a Tom, en verdad...
—¿No? ¿Qué pasa? ¿Él es... gay?
—Él es... complicado, y no es de atarse a una mujer...
—Ah, ¿no estuvo casado con Ria?
—Se está divorciando, ¿eso no te dice algo?
—Me dice que ella no supo cómo conservarlo... ¡chica tonta! ¿O es que hay más cosas que no sé?
—No... y si lo hubiera no te lo diría... —le guiñó un ojo, recobrando su autocontrol: no podía permitir que sus celos se mostraran más de la cuenta.
—Bueno, pues ya veremos qué pasa, ¿no?
—Ya veremos; pero que conste que te lo advertí, que no debes hacerte demasiadas ilusiones.
—Está bien, te agradezco, futuro cuñado... —ella también hizo un guiño, y Bill sintió una ira sorda crecer en su interior, pero se las arregló para reír.
—Jajaja, buena broma —le hizo el signo de “Me gusta” con el pulgar.

Tom se acercó a ellos, tocó el hombro de Shermine y ella se volvió para hablarle.
—¿Sí?
—Quería presentarse a estos buenos amigos —dijo mostrando a una pareja detrás suyo; mientras estos saludaban a la modelo, sus ojos encontraron los de Bill, y se hablaron sin palabras, como muchas veces acostumbraban hacer: “¿Todo bien, Billy?”, “Todo bien, Tomi”.
—Entonces, también viven en Los Ángeles —se dirigió ella a los recién conocidos.
—Sí —respondió él—. ¿Piensas ir pronto por allá?
—Pronto, tengo varias cosas que hacer en la ciudad; y espero que Tom y Bill me sirvan de anfitriones...
—Lo imagino, veo que han hecho muy buenas migas...

Todos rieron, y Tom asintió.
—Sí, claro...
—Lo haremos con gusto —agregó Bill, reacio a dejar que ella creyera que se haría a un lado.