jueves, 20 de julio de 2017

ALGO NUEVO. I. Parte III

I. Parte 3

Cuando empezaron a hacerles preguntas en los medios acerca del nuevo álbum y tour que anunciaban para muy pronto, todo lo que acababan de vivir hizo a Bill abrir más su corazón ante los periodistas: "Nuestras nuevas canciones están bien resguardadas. Nadie las ha oído todavía y nadie lo hará. Nuestro nuevo disco va a ser especial. No es como nada que hayamos hecho antes. Tiene nuestra alma". Y sí, especialmente esas canciones de “Dream Machine” tendrían el alma de los Kaulitz retratada en ellas, todas sus angustias, sus sueños y sus momentos de felicidad.

Trabajaron sin descanso después de regresar de su viaje de cumpleaños, terminaban exhaustos y uno de esos días, cuando regresaban a la casa, Bill se dobló adolorido. Tom lo sostuvo, asustado.
—¡¿Qué ocurre, Billy?!
—Duele, duele mucho, acá en el abdomen. Uh, ya sentía una molestia hace rato pero ahora —jadeó— creo que me desmayaré del dolor, Tomi...

Realmente estaba desfallecido y pálido, así que Tom no perdió tiempo para llevarlo a emergencias, donde lo admitieron, le pusieron tratamiento para el dolor y le pidieron pasar la noche para contactar al especialista que lo estaba atendiendo antes de dejarlo marcharse. De nada sirvió que Bill le rogara a Tom irse a descansar y regresar temprano a la clínica puesto que él se sentía tanto mejor como para sacarse fotos y colgarlas en su instagram, porque su gemelo se rehusó a apartarse de su lado.

Cuando el médico llegó, con los resultados en su mano, ambos estaban ansiosos, expectantes.
—Tengo buenas noticias. Los exámenes de Bill muestran una gran mejoría, es casi milagroso, las piedras se están disolviendo, por eso el dolor, los trozos están intentando salir por su sistema urinario.
—¿Es eso? ¡Oh! No en balde duele tanto...
—Debe seguir con tratamiento para el dolor, tomar mucha agua, cuidarse bastante. Use todo lo más sano y natural posible; aliméntese y descanse bien; evite el estrés...
—Lo haré —asintió Bill.
—Ya me ocupo yo de eso —aseveró también Tom con una gran sonrisa—. Nos lo tomaremos con más calma. Además, debo ponerme a punto para cuando comencemos el tour en marzo; entonces sí habrá poco tiempo para descansar.
—Deben buscar el tiempo, ¿sí? Ahora recomendaré que le den el alta, pero debe tomarse unos días de reposo más.
—Lo siento, Bibi —dijo Tom mirando a Bill—, pero no habrá estudio para ti en al menos unos tres días, porque sé cómo eres de perfeccionista.
—Entonces tú tampoco irás al estudio; no soportaré saberte allí trabajando en el álbum sin mí.
—Bueno...
—Muy bien —el médico escribió en la historia clínica antes de salir—. Sigo estando a su disposición, Sr. Kaulitz, pero espero que no me necesite.

Cuando quedaron solos, Bill se puso de pie.
—Alcánzame mis ropas y sácame de aquí.
—En cuanto lo autoricen —Tom le dio lo que pedía y Bill empezó a vestirse; se acercó al espejo en la habitación y miró su cabello que ya casi no tenía nada de su tono rosa.
—Necesito color de nuevo.
—Sí, pero espera un poco; deja que tu cuerpo esté más recuperado aún.
—Está bien, Tomi, como tú digas —le guiñó un ojo; estaba realmente feliz. Ambos lo estaban.

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Tom encontró a Bill sentado frente a su laptop, escribiendo más de la “novela”, ese proyecto que casi habían dejado de lado, pero con varias botellas de cerveza vacías cerca.
—Estás atrapado —le dijo mientras abrazaba su cuello desde atrás y besaba su cabeza—. Recuerda que no puedes abusar del alcohol.
—Estoy bien; no he abusado.
—¿De veras? —le hizo girar el asiento—. ¿Cómo me lo probarás?
—Como quieras.
—¿Te pondrías de rodillas y...?
—¿Quieres que te pida perdón de rodillas... por tomarme un par de cervezas?
—Sabes que fueron más de un par. Pero más que pedirme perdón quiero... otra cosa.
—¡Ah! Andas muy lujurioso últimamente, Tomi.
—Es tu culpa; siempre me provocas.
—La verdad es que... tú también me provocas, eres... delicioso —Bill se arrodilló ante él y le abrió los pantalones; Tom agarró el móvil de su gemelo que estaba junto a la laptop y le hizo una foto en esa posición, tomándolo de la cintura para abajo antes de que la cabeza de Bill se interpusiera en el camino. Previamente a que las nubes del placer no le dejaran concentrarse en nada más, le dio vuelta a la foto y la publicó en la cuenta de instagram de Bill. Él se separó por un momento de su faena.
—¿Qué estás haciendo, Tom? ¿Qué tramas?
—Ya lo sabrás en un rato; ahora, concéntrate en lo que haces.
—Hmmm, te me has vuelto muy mandón últimamente.
—Necesitas mano dura, Billy —lo tomó por la cabeza para acercarlo de nuevo a su pene y Bill rio con la mirada antes de retomar lo que había empezado. Luego, terminaron por ir a la cama y continuar allí esa entrega apasionada que siempre los había caracterizado, aunque intercambiando los roles más frecuentemente que antes.

Al fin su mundo parecía brillar con luces nuevas. Aunque habían pasado por la oscuridad más tenebrosa y tenido que soportar el dolor más horrible en los últimos años, todo ello había sido como una hoguera purificadora que los había hecho salir renovados. Decir “No estoy bien” para todo el que escuchara había realmente acrisolado el alma de Bill y también su cuerpo, y ahora podía decirle a todos que estaba definitivamente “muy bien”.

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Los proyectos y el trabajo se acumulaban; nuevas canciones eran compuestas para un próximo álbum del que ya habían pensado el nombre: “Dream Machine”, pero justamente al presentarle sus ideas a Interscope, que hasta entonces los representaba, surgieron otros problemas. Según los ejecutivos, el estilo era demasiado alternativo para lo que esperaban sus fans, y las canciones “tienen mensajes no adecuados que nuestra empresa no puede apoyar”. Bill interpretó esas palabras como una invitación tácita a someterse o marcharse; por tanto, los tiempos de trabajo de Tokio Hotel con la Universal Music estaban por acabar. Si había algo que ninguno de ellos estaba dispuesto a rendir era su libertad creativa: no lo habían hecho cuando eran unos chiquillos y decididamente no lo harían ahora.
—Vendrán momentos difíciles, Billy. Será un adiós a nuestra seguridad económica —fue el comentario de Tom una vez estuvieron solos en la seguridad de su casa.
—Lo sé, Tomi, pero ya está bien de aceptar imposiciones; no puedo más. Ni un circo más, ni una estúpida publicidad más; no lo necesitamos: confío en nuestra música y en nuestros fans.
—Yo también, pero...
—Ya sé, no te gusta sentir inestabilidad, ni perder el control, pero necesitamos esto; necesitamos algo nuevo... —se acercó a Tom y le acarició la mejilla poblada antes de sentarse en su regazo; Tom lo apretó en sus brazos mientras descansaba la frente sobre su hombro.
—No puedo resistirme a lo que pidas...
—¿Sí? Pues entonces es hora de acabar con uno de esos estúpidos circos; termina ya con ese matrimonio fingido con la zorra de Ria.
—Bill, sabes que ella... conoce demasiadas cosas sobre nosotros, puede traernos muchos problemas si se decide a hablar.
—Sí, esa chantajista nos ha tenido agarrados de los cojones todo este tiempo pero ya me cansé. Hagámoslo, enfrentemos lo que sea por ser libres otra vez, como cuando empezamos este sueño.
—Hmm, creo que dejaré que me convenzas de ello —contestó Tom con picardía mientras le buscaba los labios.

Poco después, con Bill tocando certeramente su próstata con cada embestida, con sus almas enlazadas en una sola y sintiendo ese placer que ya sabía jamás podría alcanzar con alguien más, Tom supo que no dejaría pasar un solo día más sin alejar a Ria de una vez de sus vidas.

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El abogado que contratara, le avisó de las complicaciones: primero, posiblemente la prensa se enterara de su divorcio puesto que las cortes judiciales de Los Ángeles eran asediadas por medios sensacionalistas con todos los derechos a indagar en informaciones legales; segundo, que tal vez la demandada exigiera compensaciones monetarias extremas; tercero, que era una disposición de la Corte que el solicitante de un proceso de divorcio llevara al menos seis meses separado de su pareja, de modo que el matrimonio estuviera, de hecho, roto.
—¿Su esposa... dejó el hogar compartido hace cuánto?
—Ella... no ha estado... conviviendo... conmigo... desde... desde antes de año nuevo —en verdad, ella nunca había convivido con él, pero ¿cómo le explicaría eso al abogado?
—Entonces, pongamos como fecha de separación el 31 de diciembre de 2015, ¿le parece, señor Kaulitz?
—Sí, está bien, si es necesario —recordaba que hasta abril habían estado llevándose a Ria a distintos lugares por sugerencia de Shiro, a Ällgau, a Coachella, a cenas con amigos; tenía que admitir que ella había cumplido las condiciones que también él impuso para el matrimonio —nada de sexo ni caricias entre ellos— y que generalmente era una divertida compañía para todos, siempre chispeante y dispuesta a disfrutar de la vida, pero ni él ni Bill la toleraban demasiado y tenerla cerca a veces les llegaba a ser asfixiante.
—De acuerdo. Entonces, ¿algún beneficio que quiera ofrecerle? ¿Existe algún acuerdo de comunidad de bienes?
—No, no, yo... todos mis bienes están compartidos con mi hermano y Ria no tiene participación en ninguno de nuestros negocios ni ganancias.
—Podría, si es que algo de su capital ha sido adquirido durante el tiempo en que han estado casados. ¿O firmaron un acuerdo prematrimonial?
—Sí, yo... tomé todas las disposiciones para que ella no acceda a nuestros bienes... —el abogado notó el plural usado; definitivamente su cliente tenía una identificación absoluta con su hermano y era a quien más intentaba proteger.
—Debo tener acceso a todos esos documentos, a la mayor brevedad.
—Se los traeré, esta misma tarde. Gracias por tomar mi caso.
—Gracias a usted; nos vemos —le extendió su mano para despedirse.

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Efectivamente, como el abogado le había advertido a Tom, la noticia de que los documentos que atestiguaban su petición de divorcio a Ria Sommerfeld estaban ya en la corte judicial de Los Ángeles, fue publicada en un sitio web llamado TMZ, especializado en esos temas.

La reacción no se hizo esperar, tanto de sus fans —quienes no entendían cómo Tom había estado casado con alguien sin que nadie tuviera la más mínima sospecha y se sentían dolidos por el secretismo— como de Simone. Ella fue la primera en hacer sonar el teléfono de Tom para preguntar si todo era cierto o aquello no era más que sensacionalismo.
—Es cierto, mamá. Ria y yo... no tenemos futuro.
—Pero... ¿cómo que no? Llevabas más de cinco años de novio con ella, decidiste hacerla tu esposa al fin, y luego, tan poco tiempo después, se acaba todo...
—Pues, ya que estás tan enterada de los chismes sobre nosotros, ¿no viste en ninguna parte que Ria tiene otra pareja, se droga y, peor, deja que la grabe ese tipo y suba esos videos a youtube?
—¡No lo creo!
—Puedes buscarlo tú misma.
—¿Lo hacía mientras estaban juntos... ustedes dos?
—No, pero...
—Entonces entiendo que la pobre chica se ha sentido humillada y ha reaccionado así. Te lo advertí, ¿no?, que Bill destruiría tu matrimonio si seguías pegado siempre a él.
—Mamá, Bill no tuvo que ver... —al escuchar que pronunciaran su nombre, Bill, que hasta ese momento había permanecido en silencio no queriendo hacer notar su presencia a su madre, se puso en alerta, dejando el lento masaje en el cuero cabelludo de Tom que hasta ese momento hacía y tocó el ícono de altavoz en la llamada sin que Tom lo detuviera.
—¡No lo defiendas! Siempre es lo mismo: Bill no te deja en paz, Bill te domina y tú te dejas... ¿Por qué, Tomi? ¿Es que nunca voy a poder ser feliz? ¿Nunca voy a poder superar este castigo? ¿Qué hice para que Dios me pague con esto? —el rostro de Tom decayó ante esas palabras y Bill no pudo aguantarse más; le quitó el móvil de las manos y lo acercó a su oreja.
—No metas a Dios en esto, mamá. Estoy seguro de que si existe un Dios que es amor tiene que entender...
—¡No blasfemes, Bill! ¡No te atrevas a decir eso! Dios jamás aceptaría esa abominación que insinúas. Yo... debí imaginar que estabas ahí controlando a tu hermano, como siempre. ¡Regrésale el teléfono ahora mismo!, aún tengo cosas que decirle.
—¡Yo también tengo cosas que decirte a ti!  —ante esas palabras Tom intentó tomar su móvil de vuelta pero Bill se alejó; Tom lo miró suplicante pero en ese momento nada podía detenerlo, tenía demasiadas cosas atascadas en la garganta para decirle a su madre—. Tú no sabes nada del amor, ni siquiera del amor de pareja; tienes una relación inmadura con Gordon que sí te ama pero tú solo lo usas a tu antojo...
—Eso no...
—Es lo que yo veo. Tú juzgas a todos como si fueras superior, pero nunca fuiste tan buena madre como te crees; no estuviste realmente cuando te necesitábamos, solo nos dejabas hacer lo que nos viniera en gana para evitarte problemas, ¿y ahora vienes a juzgarnos? Tom y yo somos uno, lo hemos sido siempre, a pesar de que siempre intentes separarnos...
—Tú... eres el demonio que corrompe a tu hermano, él no...
—Sí, yo, yo siempre soy el culpable, ya lo sé; tal vez nos merecemos, yo soy tu castigo y tú el mío... —Tom se sentó con las manos en la cabeza, abatido, aquello estaba llegando muy lejos. Del otro lado de la línea hubo silencio por unos segundos, y se oyó un sollozo, luego la voz de Simone volvió con un tono entre triste y severo—.
—Si no fueras idéntico a Tom, creería que no eres mi hijo.

Esa estocada hirió a Bill profundamente; le alargó el teléfono a Tom y se fue hacia la habitación; Tom sabía que estaba llorando y no quería que lo vieran. Se acercó el móvil a la oreja nuevamente.
—¿Mami? —se oyó otro sollozo del otro lado.
—¿Por qué lo haces, hijito? ¿Por qué me lastimas? ¿Por qué dejas que Bill me lastime así? Me están matando, ¿sabes?
—Yo... debo colgar...
—No, Tom, no vayas tras él una vez más; no te pongas de su parte en esto, por favor, te lo ruego.
—Mami, perdóname pero... Bill es mi vida... nada me importa más que él.
—Tom, no... —la voz de Simone se apagó cuando Tom no solo cortó la llamada sino que apagó su teléfono.

Subió las escaleras hacia la habitación que compartía con su gemelo; lo encontró con la cabeza enterrada en una almohada y su espalda se movía dejando ver que lloraba; eso le recordó una vez que había visto esa misma escena cuando acababan de cumplir 18 años y la depresión de Bill que le siguió a eso.
—Tampoco es que seas una víctima inocente, Billy; así que... basta ya, deja de llorar. Yo estoy aquí contigo, ¿no?

Bill levantó el rostro húmedo de lágrimas, los ojos enrojecidos.
—Es solo que... duele comprobar una vez más que mi madre no me quiere, que le molesta que sea su hijo.
—No es así; vamos, Bill, ¿cómo quieres que reaccione? Sus hijos son unos incestuosos y ella...
—Y ella solo me odia a mí. Tú no, tú eres su hijito bueno, el angelito corrompido por el diablo de su gemelo. ¿Por qué no le dices que jamás estuviste casado en verdad con la zorra? No, no puedes decepcionar así a tu mami, ¿verdad? Y mientras yo sigo aquí, cargando todas las culpas. No soy una víctima, no; pero tampoco soy un victimario. No te he obligado a nada, jamás; tú estás conmigo porque quieres...
—Estoy contigo porque te amo... más allá de todo. Ni yo mismo entiendo por qué es así, pero es... y jamás será de otro modo. Ven, anda —lo haló hacia él y lo abrazó; Bill terminó de sollozar sobre su hombro antes de que Tom empezara a llenarlo de besos ansiosos: la discusión con su madre le hacía desear reafirmar esa unión con su gemelo que iba desde lo espiritual hasta lo físico en maneras inexplicables.

Bill se dejó llevar por la pasión de su gemelo y ambos se desnudaron de las pocas ropas que llevaban dentro de su casa en el cálido clima de Los Ángeles. Tom lo iba a hacer suyo, algo que no ocurría muy a menudo, y Bill se descubrió ansiando ese momento, necesitando abandonarse a las decisiones y las maneras de Tom, dejar el control en manos del otro por una vez. Cuando al fin Tom entró en su cuerpo, manteniéndolo firmemente abrazado contra sí al mismo tiempo, nuevas lágrimas salieron de los ojos de Bill, pero esta vez de felicidad.


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noviembre/2016

Estaba casi por terminar el año y muchas tensiones se acumulaban sobre los dos, empezando por el hecho de que debían encontrar una disquera para representarlos, puesto que habían roto su contrato con Universal y, a pesar de que entre Bill y Tom habían compuesto todas las canciones del nuevo álbum poniendo en ellas toda su alma, y de que Tom haría toda la producción musical, aún necesitaban publicidad, promoción, representación en ventas y tours que solo una gran empresa musical podía proporcionarles.

Otra causa permanente de tensiones era el hecho de que Simone ignoraba por completo a Bill, y que este seguía reclamándole a Tom el que no la enfrentara por eso y aceptara hablar con ella normalmente sin que Bill fuera mencionado.

Georg vino a la ciudad con el fin de discutir con ellos una propuesta: la empresa alemana ProSieben1, más específicamente una de sus sucursales nombrada Starwatch les había ofrecido representarlos para el próximo álbum. Todos confiaban en Georg para las cuestiones financieras así que escucharon sus explicaciones y aceptaron su consejo de acceder al contrato. De ese modo, indirectamente pasarían a tomar parte en el aparato publicitario de Sony Music. Tras ponerse de acuerdo, los tres tuvieron una reunión con Markus Hartmann y Erik Julicher, director principal y publicista de Starwatch, respectivamente, quienes también habían venido a la ciudad y con la aprobación de Gustav, quien aún se mantenía en Alemania junto a su esposa y su pequeña hija, firmaron.

Antes de que Georg partiera, los tres salieron por la ciudad y luego se reunieron en el estudio. Muy pocas personas fuera de los 4 miembros de la banda habían escuchado las canciones compuestas en su totalidad por Bill y Tom; y Tom, como productor musical que era, estaba ansioso por hacer escuchar de primera mano a su amigo, quien también llevaría gran parte de la responsabilidad musical cuando tocaran en vivo más allá de su tradicional bajo, los nuevos arreglos.
—Todo esto será una gran sorpresa para nuestro público —apuntó Georg— y las letras... creo que están siendo tal vez... ¿demasiado valientes? No sé, a veces la libertad conlleva sacrificios demasiado grandes.
—Geo, tú y Gus siempre nos han apoyado, y confiamos en ustedes; sigan confiando en nosotros y todo estará bien —Bill le puso una mano sobre el hombro y Georg lo miró sonriente.
—De acuerdo. Siempre podemos dar a entender que te inspiras en... mi relación con Tom. Torg, ¿no?, así le llaman, jaja, las fans enloquecerían.
—Aman el Toll también —intervino Tom antes de tomar la mano de Bill entre las suyas.
—Ya lo creo; unas lo aman y otras lo odian... —soltó Georg.
—No podrían odiar algo que yo inventé; me aman por sobre todo.
—Ah, ya le salió el ego —se rio Bill y miró a Tom a los ojos—; yo te amo por sobre todo, así que el resto de los que te aman... que se jodan, incluyendo a este —golpeó a Georg en la cabeza.
—Auch; ya, ya, ya sé que no hay que meterse con la propiedad de Bill Kaulitz.
—Yo no soy pro... —Bill le clavó la mirada otra vez y Tom solo se calló, asintiendo, un poco sonrojado. A Bill le encantaba esa capacidad de Tom para ruborizarse frente a él.
—De acuerdo, yo solo... los dejaré solos antes de que empiecen a besarse frente a mí, o algo peor. Igual tengo que terminar de empacar mis cosas. Tom, me vas a llevar al aeropuerto, ¿cierto?
—Sí, claro...
—Y yo iré con él, de copiloto, para que no te hagas ilusiones —acotó Bill y Georg solo se echó a reír mientras salía.

Cuando se quedaron solos en el estudio, realmente comenzaron a besarse como si nada más importara. Trataban de soslayar los problemas cuando estaban juntos, pero la verdad era que solo en la parte pasional todo iba de maravillas porque en el convivir cotidiano, y hasta en los asuntos de trabajo, surgían roces que a veces escalaban a grandes dimensiones. La presencia de Georg con ellos había aplacado un poco los ánimos, pero las reacciones de posesividad y celos sin razón que Bill estaba mostrando eran ejemplos claros de que las cosas no estaban bien, de que no se sentía seguro.

Lo despidieron con abrazos, diciéndole que estarían en contacto todo el tiempo y que pronto se verían todos en Alemania; fue entonces, cuando ya Georg se marchaba despidiéndose de lejos con un gesto de la mano, que Tom notó el rostro triste de Bill.
—¿Qué te pasa, Bibi? —le buscó la mirada pero Bill la rehuyó.
—Es solo que... pensé que vamos a Alemania pero... que mamá no me aceptará en su casa. Supongo que pasaré Navidad solo, a no ser que tú...
—Le prometí a mamá que íbamos a estar con ella en Navidad. Bill, tú puedes...
—¡No; no puedo! Ella no me ha dicho que me considera su hijo, así que... no iré a molestarla.
—¡Ah, Billy...!
—Basta; Tom. No debemos hablar estas cosas en lugares públicos. Vámonos a casa.
—De acuerdo —sin decir nada más, Tom sacó las llaves del auto de su bolsillo y caminó hacia el parqueo. Durante el regreso a su casa, permanecieron en silencio.

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noviembre 12/ 2016

El silencio se volvía algo tangible. No es que no hablaran de pequeñas cosas, de sus perros, de la comida, de a quién le tocaba bañarse primero, pero evitaban concienzudamente tocar los temas dolorosos, los temas sin resolver entre los dos. Claro que esa situación era un peligro, puesto que se acumulaban tensiones que en cualquier momento podían explotar.

Estaban en el estudio cuando sucedió. No acababan de ponerse de acuerdo sobre uno de los temas, y a Tom le parecía que Bill estaba especialmente caprichoso e intransigente. Entonces, tras gritarse “Estás siendo intransigente” y “Estás siendo un estúpido”, Tom se paró para poner sobre la mesa algunas cosas que había estado pensando ya por muchos días.
—Escucha, Bill, he estado pensando que Shiro ya no podrá representar a la banda.
—¿Por qué no? —la cara de Bill mostraba desacuerdo.
—Pues porque la empresa que nos representa ahora está en Alemania, y... quiero que volvamos a Alemania.
—¡¿Qué?!
—Tú se lo dijiste a la prensa, que si ganaba Trump nos marcharíamos de U.S.A., ¿no?
—Ah, Tom, sabes que estaba fanfarroneando. Pero si me fuera de aquí no sería a Alemania, y lo sabes bien. Allá no somos libres, allá estamos en peligro, allá...
—Allá está mamá...
—Sí, eso, allá está mamá, y ya tengo bastante con que me persiga y me haga la vida imposible por teléfono o cuando nos visita; no quiero estar cerca de ella.
—¡Es tu mamá! ¡Nacimos ambos de ella! ¡No pueden estar peleados así, Billy!
—Ella es tu mamá, no la mía, porque ella así lo ha decidido, ¿no la escuchaste?
—¡No puedo creer que digas eso! Pase lo que pase es nuestra madre...
—¿Sí? Entonces solo ve y confírmale que me amas y me deseas, que me buscas cuando yo te dejo tranquilo, que te metes en mi cama como perra en celo...
—¡Basta! Estás llegando lejos, Bill, ¡no me hables así! No soportaré que me humilles y rebajes como siempre intentas hacer, ya no soy ese Tom.
—Ah, entonces es cierto, soy yo quien te humillo, te rebajo y... y te violo, ¿verdad? Pobrecito Tomi; deberías correr donde tu mamita para que te consuele, ¡bien lejos de mí!, ¿eh? —lo enfrentó desafiante y Tom no pudo controlar su mano que se impulsaba para darle una bofetada; la detuvo en el último instante.
—Me estás sacando de quicio, Bill; basta ya.
—Basta, Tom, basta —bajó la voz pero con un tono aún más amargo—. Tal vez sea mejor que de verdad busque otro lugar para vivir…
—¿Qué quieres decir?
—Irme a vivir a otra parte, arrendar un apartamento o algo.
—Bill, ¿te das cuenta de lo que dices? Estás hablando de romper lo nuestro, ¿después de… todo lo que hemos pasado?
—Tú lo estás rompiendo. Nos hemos herido mucho ambos hasta hoy, y nos hemos perdonado mucho, pero yo ya no voy a seguir siendo el culpable de todo. Ya sé que necesitamos estar juntos y… lo estaremos, trabajaremos  juntos, pero no viviremos juntos, no dormiremos en la misma cama, no mientras sientas que soy quien te… ¿cómo dijiste?, humilla y rebaja. Me recordaste mucho a Simone diciendo eso. Y debe ser porque tú eres su hijo, el único que ella hubiera querido.
—Estás exagerando las cosas…
—Es posible. Yo… voy a salir, a pensar…
—¿Adónde vas a ir? ¿Y solo?
—Le pediré a Shay que me acompañe; sí, eso haré.

 Salió, dejando a Tom ahogándose en un océano de angustia: las cosas habían llegado a un punto de inflexión, ese podía ser el final de todo, o el principio de algo nuevo…

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Como siempre, Shay estuvo ahí para Bill cuando él la necesitó; ella era una excelente amiga y pensó en cuánto la extrañaría si realmente se marcharan de Los Ángeles.  El rostro de Bill mostraba contrariedad y pesar, y ya cuando estuvieron sentados en una mesa del club, ella se atrevió a preguntar qué ocurría.
—Es Tom. Nos hemos peleado feo esta noche.
—Ah, Bill, estoy segura que pasará. Ustedes siempre lo arreglan.
—No sé, esta vez casi me golpea; nunca vi a Tom así…
—¿Y no lo provocaste para eso?
—Sí, supongo que lo hice. Es que… no puedo más, mami Shay —los ojos de Bill estaban rojos y las lágrimas pugnaban por salir—. No puedes siquiera imaginar hasta dónde llega mi amor por Tom; no creo que ni siquiera él lo sepa. Y sé que he cometido errores, que no soy perfecto, pero lo he dado todo por este amor, soy capaz de todo, por este amor y por él. Pero mi madre…
—Ah, ¿Simone los está molestando otra vez?
—Ojalá mi mamá fuera como tú, pero ella es intransigente, controladora y, a veces, muy cruel. Tom la deja manipularlo en mi contra, la deja creer que él es una víctima mía, de mi egoísmo y dominación, ¿entiendes? Él posa como el pobre chico al que no le queda otra opción que someterse a mis deseos.
—Pero entre ustedes todo es consensuado, no hay víctimas.
—Ya lo sé; pero Simone no quiere aceptarlo. Tom es su niño bueno y yo el diablo que nació con él, punto. Ella me ignora por completo porque le dije unas cuantas verdades, pero Tom… él sigue posando como el hijito bueno que no puede decepcionar a su madre. Y ahora quiere… irse a Alemania.
—¿Qué? Pero ustedes corren peligro allá, ¿o no? Está bien por unos meses, pero no tener un hogar permanente allí.
—Pienso lo mismo. Pero Tom parece que ha olvidado todo lo malo que vivió allí y solo piensa en estar cerca de su mamita. Me dijo que Shiro ya no podrá ser el mánager de la banda porque la empresa que nos representa es alemana y qué sé yo…
—Oh, vaya, la cosa es grave; creí que lo llevaban bien con Shiro.
—Sí; lo siento.

Se hizo un silencio entre ambos, que se rompió cuando unas amigas, casi todas modelos, llamaron a Shay a su mesa.
—Regreso enseguida, Bill —se excusó ella—. No te muevas de aquí, ¿sí? —él asintió y se quedó allí, bebiendo de su trago de vodka, y pensando. Las cosas habían llegado a un punto de inflexión, ese podía ser el final de todo, o el principio de algo nuevo…




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