jueves, 16 de julio de 2020

ALGO NUEVO - XII

12

 Bill se sentía enfermo. No podía localizar su dolencia en una parte específica de su cuerpo, pero era como si le faltaran las fuerzas, la alegría, los deseos de vivir, y se preguntaba si su gemelo estaría sintiendo también esas cosas.

 


No obstante, se fue a Las Vegas con sus amigos, aunque no se divirtió tanto como había planeado antes: sin Tom, todo perdía brillo.

 

















Lo había llamado; había dejado a un lado su orgullo herido y lo había llamado muchas veces, pero él solo decía pocas frases antes de colgar: “Ten cuidado, Billy”, “Te quiero”, y “¿Cómo está Capper? ¿Y Pumba, todo bien con él?”.

Una sola vez le habló de toda la familia en Alemania, de la Navidad con todos en Loitsche, y otra le avisó de que tal vez viajara con Andy y su novio a Gstaad, en Suiza, para fin de año: ellos le habían convencido de que era un lugar y un momento importantes para los artistas, para hacer conexiones profesionales. Pero si Bill intentaba tocar el tema que los había distanciado, Tom cortaba la llamada enseguida. Tampoco le decía cuándo tenía pensado volver, exactamente.

 

Luego, Devon se reunió con su novia tras el viaje a Las Vegas, y Bill volvió a LA a empacar para su viaje a México, a la Riviera Maya, junto a Shay y Shiro. Capper quedó en la casa, al cuidado de Mike Bastian, su asistente personal y amigo de ambos Kaulitz, pero Bill decidió llevarse a Pumba consigo: esa cariñosa bola de pelos le distraía de su melancolía, le entregaba amor incondicional; mientras que Capper extrañaba a Tom tanto como él lo hacía.

 
















Ya en Playa Careyes, los recuerdos de todo lo vivido antes ahí con Tom lo asaltaban a cada segundo, pero aun así no podía resistirse a visitar los lugares que tenían un significado para ellos, y recordar, y pensar; y pensar, y recordar…

 

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 En Gstaad, una coincidencia —no sabía bien si feliz o infeliz— sorprendió a Tom: Shermine estaba en el mismo hotel que ellos, junto a otros amigos y su hijita Dahlia.

 —Si lo que quieres es conocer empresarios de la música, productores, te puedo servir de embajadora. Conozco a casi todos —Shermine se ofreció y le guiñó un ojo.

—De acuerdo —Tom sabía que ella tendría un plan para beneficiarse igualmente de tanta amabilidad, pero le convenía entrar en su juego.

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Seguir la mayoría de los sitios que sus fans llevaban traía ventajas y desventajas. Esta vez, fue gracias a eso que los videos y fotos de Tom compartiendo con Shermine, una y otra vez, inundaron su visión y lastimaron su ego.

 

Bill reaccionaba poniendo post en su Instagram que decían: “demasiado bendecido para estar estresado”, o que ese era el mejor fin de año que había vivido, pero ni él mismo se creía la mentira.

 

Para colmo, Hayo le llamaba para insistirle con la propuesta de Heidi, y tenía que decirle una y otra vez que aún no habían concluido nada: no quería cerrar esa puerta aún, no antes que Tom regresara y tomara una decisión definitiva.

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 Mientras miraban a Dahlia aprender a esquiar, Tom, Shermine y los otros amigos de ella conversaban, pero Shermine fue logrando que se quedaran más apartados de los demás.

 












—Y bueno… Andy y Chris hacen una linda pareja.

—Sí —Tom sonrió—. Estoy feliz por Andy, estuvo pasando de chicas a chicos, y a chicas y a chicos otra vez, sin una relación realmente duradera, hasta que empezó con Chris. Parece que ahora sí encontró a su alma gemela.

—Tú y Bill sí que creen en eso de las almas gemelas, ¿no?

—Pues… sí —pensar en Bill acrecentó su nostalgia, esa necesidad que ardía a cada segundo dentro de él.

—Me encantaría ser tu alma gemela, ¿sabes? —coqueteó Shermine.

—No funciona de ese modo. Es algo que sientes, es… inevitable.

—Y la tuya es Bill… —ironizó ella y Tom frunció el ceño.

—En cierto modo, sí…

—¿En qué modo?

—En modo hermanos… y gemelos…, se supone las almas gemelas reencarnan juntas… también como familia.

—Ah, sí, así me siento con Dahlia también.

—Ah, ya ves, entonces lo entiendes.

—Almas gemelas, reencarnación, crees en muchas cosas que no sospeché, con tu imagen de tipo duro y pragmático.

—Mi imagen… —Tom subió los hombros y no terminó la frase. Shermine dio un paso hacia él y Tom dio un paso atrás, lo que a ella no le pasó desapercibido.

 Dahlia les saludó al pasar frente a ellos y Tom sonrió: a pesar de que no se imaginaba aún como padre, la inocencia y alegría de los niños siempre lo conmovía. Luego, el móvil de Tom sonó: era Bill, por supuesto; se alejó bastante para hablarle privadamente.

 

—Billy… —su respiración denotaba la emoción que lo embargaba: deseaba tanto estar cerca de Bill en ese momento…; pero debía ser fuerte, demostrar su posición.

—¿Todo está bien, Tom? Creí que habías ido para allá con Andy y Chris, y ahora… apareces en todos lados con Shermine…

—¿Es noticia?

Hay paparazzi tras ustedes todo el tiempo, ¿no los has visto?

—Sí, he visto alguno.

—¿Y entonces…? ¿Qué estás haciendo?

—No hago nada, solo paso tiempo con otras personas; Andy y Chris son pareja y… hacen cosas de pareja.

—¿Con Shermine? La odiabas hace unos días…

—No la odio, no realmente…

—Yo sí.

—No lo hagas. Nosotros…, en parte tenemos culpa de que ella actúe como lo hace. Queremos usar a todos y luego odiamos cuando nos usan…

—Ah, qué bonito, siempre me culpas a mí, igual que mamá…

—No, Billy, nos culpo a los dos, no podemos seguir creyendo que tenemos derecho a usar a todos para protegernos nosotros.

—No tenemos opciones, estamos en peligro, tenemos que sobrevivir… Tom, Tomi, ya no puedo más, llevas demasiado tiempo lejos, ¿cuánto más estarás allá, lejos de mí?

—Un poco más, Billy, un poco más. Pero ya me iré a Berlín, hay cosas de nuestra empresa que debo revisar.

—Volverás a salir con Shermine entonces…

—No, no creo, aunque no me molesta si coincidimos; ella ya no me asusta.

Ya veo —Tom adivinó el rostro contrariado de Bill—. Solo no veo qué te hizo cambiar de opinión.

—Pues… lo he pensado y… aceptaré el trato con Heidi.

—¿En serio?

—Sí, pero… tenemos que dejar muy claros nuestros puntos, nuestros límites, no cometer los mismos errores…

—Estoy de acuerdo. Tomi, te extraño.

—Yo también, yo también —Tom suspiró. Al final, tenía que admitir que la mejor manera de librarse de la manipulación de Shermine era entrar en el juego de Heidi Klum; pero eso no impedía que necesitara demostrar a Bill que él era un ser autónomo y no podía dirigirlo a su antojo.

—Te amo…

También te amo, yo… debo colgar ahora… —Shermine se acercaba peligrosamente, esta vez con la niña de su mano.


 


La sonrisa que ella mostraba, hizo a Tom estremecerse.

—Tú y tus amigos están invitados esta noche a una cena con todo nuestro grupo.

—Oh, está bien, debo preguntarle a Andy y Chris, no sé cuáles son sus planes. De hecho, quedé con ellos de vernos a esta hora, debo irme.

—Ah, ¿sí?, vete entonces —se acercó a su oído y susurró—. Puedes correr, conejito, que igual te alcanzaré.

 

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 Tom les pidió a sus amigos no afectar sus vacaciones por él, así que se marchó de Gstaad solo.

 

Todavía le quedaba una semana en Berlín antes de volver a Los Ángeles, a Bill. No era un pretexto lo que le dijo a Bill de que debía ocuparse de asuntos de su empresa, Treehouse Ticketing, puesto que los problemas de funcionamiento de esta habían influido también en que tuvieran que cancelar los tour de LATAM y USA. Necesitaban hacer cambios, y si Georg se ocupaba de lo financiero, Tom era el que entendía de tratar con los ejecutivos sin perder la paciencia: sacar a unos, dejar a otros y poner a dirigir a alguien más confiable.

De entre los buenos trabajadores, Natalia Gruener era una de la que no podían quejarse y se había vuelto muy buena amiga de los Kaulitz; por eso Tom aceptó enseguida asistir a la celebración del cumpleaños de ella en Berlín. Cuando encontró a Shermine también allí, preguntó disimuladamente a Natalia por la razón.

 


—No sabía que ella era tan amiga tuya, Nati.

—Pues no lo es; ya sabes, es amiga de Nora, Nora fue invitada y Shermine vino con ella. La verdad, no me molesta, ¿te molesta a ti?

—¡No!, para nada, solo sentí curiosidad —Tom se esforzó por sonreír—. Además, si me molestara me lo tendría que tragar: es tu cumpleaños e invitas a quien quieras. Acá no soy tu jefe sino tu amigo.

—Lo sé; pero tú eres mi amigo, ella no —Natalia rio y ambos miraron a la mujer de la que hablaban, quien estaba intentando ser el centro de todas las miradas masculinas en el salón—. Ay, ojalá Bill también estuviera hoy acá.

—Pero te llamó para felicitarte, ¿no?

—Sí, sí, fue muy afectuoso. Pero se extraña, logra ser el alma de las fiestas, ¿no?

—Le gustan demasiado las fiestas —Tom dejó salir una pequeña risa que sonó un poco amarga, así que Natalia decidió cambiar el tema.

—Te traeré una cerveza, ¿sí?

—Sí, no soy tan de champagne… —dijo observando a los que bebían a su alrededor.

 

Casi enseguida que Natalia dejó a Tom solo, Shermine aprovechó para acercarse.

—Siempre nos volvemos a encontrar, ¿no? Que sepas que hasta ahora te dejé correr, pero ya me cansé de hacerles el juego.

—¿Ajá? —Tom la miró aparentando ecuanimidad.

—Sí, bonito; vas a jugar con mis reglas o… se va a poner feo para ustedes en la opinión pública. Espera a que cuente a todos que Tom Kaulitz le teme al sexo con las mujeres y tiene una relación enfermiza con su gemelo…

—Se reirán de ti, nadie te creerá cosas tan absurdas.

—Ya veremos.

—Ya veremos.

—¿Me estás retando? Mira que no te conviene.

—No, no, tranquila. ¿Qué quieres? ¿Más publicidad a mi costa? Creí que ya habías tenido suficiente, pero aún puede haber más. Anda, ve y arregla que nos tomen fotos juntos, videos si quieres…

 

Shermine lo miró asombrada, ¿sería que ahora sí Tom iba a ceder? Le tomó la barbilla, metiendo los dedos entre su barba.

 

—Lo que yo quisiera es que me demostraras que estoy equivocada; sé que podría hacer que me amaras, que olvidaras todo lo demás, incluyendo a tu gemelo…

—No entiendes nada, especialmente de lo que es tener un gemelo, pero… no puedo culparte por eso, hay que tener uno para saber… lo que se siente. Bill y yo somos como dos partes de una persona, ¿cómo se puede separar eso?

—Ah, no, no me vengas a mí con ese discursito de “somos una sola persona”: viniste a Europa sin Bill, por casi un mes, y él no vino tras de ti; no son tan inseparables…

—Repito: no entiendes nada…         

 

Natalia llegó con la cerveza para Tom, interrumpiendo la evidente discusión; Shermine le dio a Natalia una sonrisa falsa y se alejó.

—Gracias —Tom se llevó la botella a los labios y tomó un largo trago— por la cerveza y… por intervenir.

—Solo dime si necesito pedirle que se vaya de mi fiesta.

—No es necesario.

—Hay que ponerle fin a su acoso, ¿no? Ya está bien. ¿No logra entender que los negocios entre ustedes acabaron?

—No, creyó que me seduciría en realidad y ahora está muy frustrada porque no lo ha logrado.

—¿No te gusta ni un poco? Tal vez si le das una noche de pasión Kaulitz quede satisfecha.

—Nati, eso de Tom Kaulitz  y las one night stands no es más que un mito, y lo sabes: no disfruto el sexo sin amor.

—Ah, lo mismo dice siempre Bill, cuando le pregunto por qué no hace caso a tantas que le coquetean…

—Ya ves, al final sí pensamos igual sobre ese tema.

—Sí, supongo que ambos tienen su amor secreto que solo sus amigos más íntimos conocen, y yo no estoy en ese círculo tan íntimo…

—Pues, verás…

 

El novio de Natalia interrumpió el incómodo momento acercándose a ella y tomándola por la cintura.

—Brindemos por mi bella Natalia, que con cada día y cada año que pasamos juntos la amo más.

 

Todos levantaron sus copas, alegres, y ella miró feliz a su pareja, al padre de su hija; Tom chocó copas con ambos. Natalia olvidó preocuparse porque los Kaulitz no confiaran tanto en ella como le hubiera gustado, y se dedicó solo a disfrutar su día, su suerte de estar rodeada de amor.

 

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Bill aún no se atrevía a conducir el auto para recoger él mismo a Tom en el aeropuerto, sobre todo porque el vuelo llagaría tarde en la noche, así que esperó ansiosamente a que llegara a la casa, con Pumba y Capper a su lado; se lanzó a abrazarlo, con los dos perros también intentando recibir su dosis de cariño del padre humano que extrañaban, y sin prestar mucha atención a Mike, que trajo todo el equipaje de Tom hasta la sala.

—Si quieres lo llevo a tu habitación, Tom.

—No, tranquilo, ya lo llevaré yo. Gracias, Mike —se alejó momentáneamente de Bill que solo lo miraba con la mirada brillosa sin poder articular palabras, y abrazó a Mike como despedida.

—Oh, ¡qué ansiedad porque los deje solos! —ironizó Mike—. Ya sé que necesitan su tiempo de gemelos…

—Sí, gracias, Mike —Bill al fin encontró su voz, yendo a abrazarlo a su vez—. Tómate unas vacaciones, no vamos a necesitarte por al menos unas dos semanas.

—De acuerdo, cuídense y pórtense bien, jaja.

 

Mike salió al fin y cuando cerró la puerta Bill tomó las dos manos de Tom y las estrechó entre las suyas.

—Tomi, he estado muriendo de a poco lejos de ti. Perdóname, por favor. Ya sabes cómo soy, impulsivo, y, además, cuánto intento protegernos, pero yo… no quiero que hagas nada que no quieras hacer, si no quieres hacer lo de Heidi, lo entiendo; tal vez hasta sea mejor…

—Ya te dije que lo haría, lo he pensado mejor y… es la mejor salida. Pero ahora, no hablemos de eso, estoy cansado, y te extrañé mucho, y solo… quiero dormir abrazado a ti.

—¿Solo eso quieres? —Bill lo miró con picardía y Tom sintió acelerar su corazón.

—Sí, solo eso, por ahora… —se quedaron en silencio mirándose intensamente a los ojos, y sus bocas se atrajeron como imanes en un beso hambriento, donde se expresaban todo lo que habían sentido y estaban sintiendo. Luego se fueron abrazados a la cama, se desnudaron y se acomodaron en cucharita, como solían hacerlo, con Bill abrazando desde atrás a Tom, y Pumba y Capper a sus lados en la cama king size de “la habitación de Bill”, la única que realmente usaban.

 


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